El talento no se puede gestionar
Se habla mucho de retener el talento y muy pocas empresas lo consiguen. Sólo en casos muy contados se aprecia su importancia y se consigue aprovecharlo.
Partamos del hecho que la empresas no tienen intención de desaprovechar sus recursos. Es más, la gestión intentará exprimirlos al máximo para alcanzar un resultado. Entonces, ¿cómo es posible tanta ineficacia? ¿Acaso el problema no residirá en la propia concepción de la gestión o del talento?
D. José Antonio Marina, en su libro “El talento de los adolescentes”, define el talento como “el buen uso de la inteligencia”. Su misión es “elegir bien las metas, movilizar los conocimientos, las emociones y las destrezas ejecutivas para alcanzarlas”. Se trata de generar “secuencias de buenas decisiones”. Esta definición no podía ser más adecuada, y establece una ruptura entre talento y gestión.
Veamos algunas confusiones habituales que persisten en nuestra labor diaria.
Confundir talento con maestría
Nuestra primera apreciación se refiere al hecho de confundir talento con maestría. El talento no puede gestionarse como lo haríamos con especialistas o técnicos. El talento pierde potencial en una gestión centrada en la eficiencia y la optimización de entradas y salidas. O basada en el control de los recursos y resultados, obsesionada por cuantificar y optimizar, incluso antes de empezar. Ésta es la concepción de la gestión tradicional.
En cambio, el talento se muestra y adquiere valía cuando las metas son difusas. ¿Dejaría usted a su equipo afrontar la meta de aumentar las ventas sin establecer un objetivo numérico de antemano? Estableciendo un valor numérico, un 10% por ejemplo, la mayoría estamos más tranquilos. Aunque nadie sepa cómo demonios se ha llegado a esa cifra, el gestor puede evaluar y el gestionado tiene un objetivo tangible que alcanzar. Más cómodo y aceptable un objetivo concreto que una meta difusa, ¿o no?
El talento como secuencia de buenas decisiones, no como planificación
El talento se desarrolla a la hora de generar secuencias de buenas decisiones. Esto supone un gran problema en los modelos de gestión tradicional ya que están basados en la planificación. Y la planificación desaprovecha el potencial del talento.
Muchos siguen pensando que sin planificación es imposible alcanzar ninguna meta, pero no tiene porqué ser así.
Cierto es que la planificación establece una serie de resultados evaluables a corto plazo y por eso tiene cierto efecto motivador. Qué demonios, a todos “nos gusta que los planes salgan bien”. Pero esos planes también provocan que se llegue a situaciones donde cumplir con la planificación se convierte en el objetivo, dejando de lado, olvidando, la meta que realmente importa.
En cambio, el “talento” considera la planificación como un ejercicio consistente en establecer una posible ruta hacia la meta. Si por algo se distingue el talento es por la capacidad de tomar buenas decisiones de forma secuencial, no por ser capaz de predeterminar una secuencia de decisiones.
Estos dos aspectos ya tienen la suficiente importancia para plantearnos que, a día de hoy, el talento no se puede gestionar. Es imposible predecir de forma objetiva el resultado que aportará el talento que tenemos disponible – ni siquiera el nuestro propio – y tampoco podemos anticipar cómo reaccionará ante las situaciones que se irán produciendo. Dicho más claro, no sabemos con certeza cuánto obtendremos, ni cómo. Y eso no le gusta a una gestión centrada en el control.
Créditos de la fotografía: Alexandre Baron en Flickr (bajo licencia Creative Commons)
Javier Martínez Romero
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