Crear una estrategia no es definir un plan estratégico
Puede parecer lo mismo, pero crear una estrategia no es definir un plan estratégico. Y menos si pretendemos que ese plan, realizado de forma ortodoxa, establezca los pasos a seguir de forma lineal.
¿Qué diferencia hay entre crear una estrategia y definir un plan estratégico? Es sencillo de entender si acudimos, por ejemplo, a la preparación del descenso de un río (rafting). Cuando preparamos el descenso, nos enfrentamos a un escenario donde conocemos el punto de partida y dónde queremos llegar, pero desconocemos a qué vamos a enfrentarnos en ese camino. Por supuesto, nuestro objetivo está claro: completar el descenso del río en el menor tiempo posible y, si es posible, sin incidentes. Sabemos que es una actividad que requiere de destreza
Por tanto, podemos intentar planificar como realizaremos el descenso del río, pero tenemos un problema de base al elaborar ese plan: desconocemos los obstáculos que nos vamos a encontrar. Desde las diferencias de caudal a los saltos de agua, pasando por cualquier incidencia dentro del equipo. ¿Qué ocurre si uno de nosotros cae al río? ¿Y si el miedo nos atenaza ante un salto de agua que no previmos? ¿Cómo avanzar entonces? Es decir, elaborar un plan inicial no tiene mayor efecto que crearnos una falsa sensación de control de la incertidumbre a la que vamos a enfrentarnos.
El descenso requiere destreza, conocimiento del medio y la intuición necesaria para adelantarnos a las posibles circunstancias desfavorables. En la empresa, la situación es muy similar. Vivimos en sistemas complejos, donde no controlamos las condiciones de contorno. No es una competición de piraguas en un lago de aguas tranquilas, sino una prueba de descenso por un río caudaloso de montaña. Imprevistos, desniveles y una gran velocidad. Por eso, la opción más eficaz no es elaborar un plan, sino diseñar una estrategia que se centre en identificar qué motivos, propósitos y principios van a guiarnos, y qué riesgos consideraremos “asumibles”.
Es decir, vamos a definiremos un marco estratégico donde movernos. Se tratará de tomar decisiones sobre dónde queremos llegar y cómo lo haremos. Intentaremos definir el contexto en el que trabajaremos para alcanzar nuestras metas y cumplir con nuestros propósitos. Definiremos el escenario en el cual competiremos, bajo qué normas lo haremos y cuáles serán nuestros valores. Qué es lo que vamos a potenciar y qué estilo de gestión estableceremos.
Una vez conozcamos este marco, aplicar la gestión relativa o la planificación tradicional es más efectivo.
Las tareas, los recursos necesarios, estados intermedios, planes de contingencia y otros elementos de un plan estratégico al uso tendrán mucho más sentido.
Seremos conscientes de nuestro objetivo, nuestra posición inicial para abordar el descenso, y cuáles son los límites que no queremos sobrepasar.
Cada vez tiene más valor nuestra capacidad de afrontar situaciones imprevistas, incluso por encima de la planificación o la estrategia. Así que crea una estrategia y no te dediques exclusivamente a planificar.
Javier Martínez Romero
En Twitter: @javisagan
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