Biología aplicada para organizaciones complejas
“Las nubes no son esferas, las montañas no son conos, los litorales no son circulares, y los ladridos no son suaves, lo mismo que los relámpagos no viajan en línea recta.” (Mandelbrot, en The Fractal Geometry of Nature)
Desde la antigüedad, fueron los físicos y los químicos quienes proponían nuevas teorías, las validaban con su conocimiento empírico y, posteriormente, éstas se aplicaban en otras áreas de conocimiento. La física era considerada dentro de lo que hoy llamamos filosofía, química, e incluso ciertas ramas de la matemática y la biología. Se trataba de entender el mundo complejo de lo vivo y lo social, acudiendo a reducir la realidad existente en base a formulaciones -cada vez más sofisticadas- que pretendían explicar la realidad.
Sin embargo, los sistemas vivos no pueden reducirse a algo básicamente físico o químico, y mucho menos a fórmulas. Somos más complejos porque tienen cualidades e interacciones de un orden diferente, imposibles de reducir. El cerebro, el sistema nervioso o los vasos sanguíneos, por ejemplo, tienen estructuras fractales. Esto permite que el cuerpo pueda seguir funcionando en caso de sufrir enfermedades o deterioro como el envejecimiento, porque las zonas sanas suplen las funciones de las zonas dañadas. Es decir, el cuerpo autorregula su actividad.
Lo vivo y lo social tienen en común que son sistemas complejos y abiertos, se encuentran en una relación de intercambio continuo con el mundo exterior. Así, la biología toma la iniciativa y hoy sus conocimientos se aplican en otras disciplinas. Aún más relevante en otras áreas más humanistas, como la sociología, la economía o la política: tratamos de entender -y simplificar- sus interacciones, pero seguimos sin comprender los resortes que las desencadenan y estamos lejos de tener control sobre su funcionamiento. Se mueven, evolucionan y se alejan de las convenciones y referencias que han tenido durante décadas. Las redes sociales, desde un punto de vista de comunicación social, son un buen ejemplo de ello.
Reglas simples, diseño e interacciones complejos
Los sistemas biológicos siguen reglas simples con las que crean una increíble sofisticación y complejidad. Estas reglas se aplican a diferentes escalas, como se estudia en la geometría fractal. La naturaleza utiliza esos mismos patrones en todas las escalas, como bloques básicos de construcción para la complejidad. La vida es turbulenta, pero no extraordinariamente caótica ni inflexiblemente ordenada.
Estoy seguro que se entiende dónde quiero llegar: son las reglas básicas de acción que las personas siguen dentro de un sistema y es importante entenderlas para poder interactuar de manera efectiva con ese sistema. En los sistemas complejos, es inútil predecir resultados precisos y, por tanto, bastante peligroso aplicar soluciones reduccionistas o simplistas.
En las organizaciones -o en la misma sociedad- es similar: ni el orden extremo ni el caos absoluto llevan a la vida, sino a una muerte segura. Por mucho que nos empeñemos, no hay lugar para el pensamiento lineal causa-efecto.
Biología aplicada: adiós al control jerarquizado
Por tanto, la biología nos explica como el orden o caos extremos son antinaturales, y cómo la autorregulación puede funcionar. También en el nivel organizativo. Estamos acostumbrados a organizaciones que persiguen un control jerarquizado, en vez de buscar el autocontrol de las partes del sistema, como en el cuerpo humano.
En primer lugar, el control jerárquico es antinatural porque resulta demasiado ineficiente. El decisor debe esperar a que la información fluya a través de los diferentes niveles y, cuando se toman decisiones, suele ser demasiado tarde. En segundo lugar, porque esa información se distorsiona en cada paso. Por el contrario, cada parte del sistema debería tomar decisiones en tiempo real, es decir, cuando tiene una forma de resolver -o prevenir- un problema. Es vital entender y promover ese orden natural que conlleva la auto-regulación.
En este contexto, la mayoría de los directivos y líderes siguen empeñados en cambiar las políticas para modificar o influir en la organización. Además, la mayoría de los teóricos -muchos consultores incluidos- siguen analizando las organizaciones de forma convencional. Ambos fracasan cuando tratan de cambiar el funcionamiento del sistema, en vez de entender sus dinámicas y aprovecharlas. Son salidas en falso.
Créditos de la fotografía: tanakawho en Flickr (bajo licencia Creative Commons)
Alfonso Romay
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