Del desorden de ideas a la innovación real

Leyendo sobre organizar información, encontré una entrevista que hizo Infonomía al escritor David Weinberger – co-autor del Manifesto Cluetrain – a raíz de la publicación de su libro “Everything Is Miscellaneous”. Vean el vídeo, es corto y algunas ideas merecen mucho la pena:

La idea central del libro es que es imposible encontrar una forma universalmente aceptable para clasificar la información. Las formas establecidas de ordenar, explicar y categorizar las cosas como conocimientos del mundo físico, se están desmoronando. El mundo que nos rodea es complejo, es decir, sin una clara división y orden. Cada elemento tiene características que se superponen con otros elementos, por lo que una clasificación que tenga sentido para una persona puede no tenerlo para otro.

Tratamos de organizar el contenido en el “orden correcto”, pero inevitablemente frustramos a quienes utilizan esas clasificaciones. Un usuario terminará tratando de adivinar cómo se nombraron o categorizaron las cosas. Incluso si el orden tiene un sentido lógico para muchos usuarios, la gente no siempre piensa de forma lógica. En su lugar, estamos asistiendo a la aparición de dinámicas que ofrecen múltiples opciones para etiquetar, buscar y encontrar información. En el mundo digital, cuanto más desorden existe (en apariencia), más orden se genera. La clave está en los metadatos.

Weinberger transmite una idea muy potente: el valor del (aparente) desorden como fuente creativa y generador de nuevo conocimiento útil. En términos de negocio, esta idea tiene importantes derivadas. El consumidor se convierte en un útil “catalogador” de productos. Empresas como Amazon, por ejemplo, utilizan esta idea de “serendipia planificada” para que te encuentres (tropieces) con libros que potencialmente te pueden interesar, a partir de la información que acumulan en tu perfil de cliente.

¿Por qué una innovación real ocurre en la intersección desordenada de ideas?

Muchas veces nos preguntamos dónde estará o cuál será la próxima gran idea disruptiva. Todos persiguiendo lo que los anglosajones denominan “The Next Big Thing”. Y parece convencernos que esa innovación que romperá las reglas establecidas implica tener un as en la manga. Una carta marcada, con que sorprender al mercado y, por supuesto, a nuestra competencia. Las empresas compiten por esa innovación constantemente, organizan sus equipos de trabajo y crean -con más o menos éxito- las condiciones que favorecen esa innovación. Pero no es fácil, porque esas ideas innovadoras no surgen espontáneamente. Aparecen en los momentos más inesperados o en las condiciones más extremas. Difícilmente encontramos esa innovación activando las mismas palancas de siempre.

¿Cómo convertimos buenas ideas y soluciones en oportunidades? ¿Quién es capaz de detectar esas nuevas oportunidades de innovar? ¿Cómo conseguimos que esas oportunidades lleguen a las personas que pueden tomar las decisiones? ¿Qué método seguimos para que todo ese conocimiento adquirido pueda aplicarse en otros ámbitos de la organización o llevarse al mercado? Claramente, es un proceso no estructurado, que recuerda a la Teoría del caos, ¿verdad? Por eso mismo, se dice que la innovación no se persigue, se alcanza. No es posible planificarla de antemano, con un resultado esperado. Y tampoco es posible medirla de forma determinista, como consecuencia de una acción o proyecto concretos.

La teoría del caos y la complejidad suponen un nuevo modo de hacer y entender las organizaciones, porque rompen con la causalidad clásica y se acercan a un aparente desorden. La innovación aparece en ese límite, donde nuestra sensibilidad nos hace conectar ideas, conocimiento, experiencia e intuición con una mirada diferente. Ahí donde unimos todo para resolver determinados problemas y encontramos nuevos patrones que emergen.

Cuando entendemos y asumimos ese desorden, comprendemos por qué algunas cosas que se supone tendrán éxito, no lo tienen y otras, que parecen abocadas al fracaso, se convierten en éxitos fulgurantes.

Créditos de la fotografía: Brandon Shigeta en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Alfonso Romay

Socio fundador de OneNorth. Ingeniero, aunque dedicado a la complejidad, diseño organizativo y a deshacer nudos en la gestión de personas. Soñador y perseverante, con una mochila siempre abierta a buscar nuevas experiencias. Crítico y autocrítico. Amante de la reflexión.
En Twitter: @AlfonsoRomay
Blog personal: www.AlfonsoRomay.com

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